Lluvia Acida
Cayó una lluvia mínima, casi seis veces tarde,
sobre el cemento y la quietud que ahora me habita.
Un silencio de piedra, sin orillas, que se abre
y se desborda en escándalo de algas y ceniza
dentro de la cavidad húmeda de mi alma.
Mis ojos son la prueba, son la arcilla testigo
de las sombras que caminan, habitantes de aire
con su propia costra de tiempo y de destino roto.
Es la canción sin guitarra, la tonada de metal oscuro,
que nombra con la furia de una campana herida.
No será igual. Lo sé. No lo pretendáis con vuestras manos frías.
Que el tiempo no se detenga. Que la memoria sea otra.
Apagad esa brasa, ese mínimo rescoldo que os ata.
Yo me he desvanecido en otra geografía.
Ya no regreso, soy la lluvia que se fue sin rostro.

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